La enfermedad inflamatoria intestinal (IBD), como su nombre indica, es una patología que provoca inflamación en cualquier porción del intestino. Según las células inflamatorias que se encuentren implicadas, distinguiremos distintos tipos de IBD. En el siguiente artículo, vamos a explicar qué es la IBD en perros, cuál es su sintomatología y, sobre todo, de qué manera podemos tratarla.
¿Qué es la IBD?
IBD son las siglas de inflamatory bowel disease. En castellano se traduce como enfermedad inflamatoria intestinal. Más técnicamente, es una enteropatía (patología intestinal) de carácter crónico, que se basa en la inflamación (enteritis) debida a un infiltrado de células inflamatorias en la mucosa del intestino delgado.
Estas células pueden ser linfocitos, eosinófilos, macrófagos, etc., de ahí los diferentes tipos de IBD que se identifican. Por ejemplo, podemos hablar de IBD eosinofílica, linfoplasmocitaria (la más común), etc.
También cabe señalar que, en ocasiones, la afectación se localiza en el colon (intestino grueso) o en el estómago. La mucosa intestinal afectada va a tener problemas para absorber los nutrientes.
Causas de IBD
No hay una explicación clara de qué es lo que origina la IBD. Se cree que se puede relacionar con una reacción exagerada del sistema inmune intestinal ante distintos elementos que van a funcionar como antígenos.
Pueden ser bacterias de la flora presente en el intestino, ingredientes que se ingieren en la alimentación, parásitos como giardias o, en general, cualquier componente del sistema digestivo que contacte con la mucosa intestinal.
La respuesta inadecuada del sistema inmune puede deberse a una alteración de la permeabilidad del intestino, que lleva a que se establezca un mayor contacto entre la mucosa y los potenciales alérgenos.
El cuadro se agrava porque las células inflamatorias que se infiltran dañan todavía más la mucosa, que, en este estado, absorbe más antígenos, más sustancias inflamatorias, lo que conlleva la cronificación del proceso.
Hay que saber que este mecanismo también afecta a la microbiota del intestino y que hay razas con una mayor predisposición a padecer esta enfermedad, como el pastor alemán, el rottweiler, el bóxer, etc., lo que puede indicar cierto componente genético, al menos en algunos tipos de IBD.
Signos clínicos
Los signos clínicos que podemos detectar cuando un perro padece IBD pueden ser leves, moderados o graves. Destacamos los siguientes:
- Diarrea, que es el signo clínico más habitual en todos los tipos de IBD.
- Adelgazamiento.
- Cambios en el apetito, pudiendo comer mucho más o menos de lo normal.
- Malabsorción de los nutrientes ingeridos, lo que puede llegar a provocar un cuadro de desnutrición.
- Vómitos de bilis (amarillos).
- Alteraciones en las heces, que pueden ser muy voluminosas, mucosas o con sangre.
- Ruidos abdominales (borborigmos).
- Gases.
- Dolor en el vientre.
- Aumento en la ingesta de agua (polidipsia) y en la eliminación de orina (poliuria).
- Anemia.
- Acumulación de líquidos en el abdomen (ascitis) o en las extremidades.
Diagnóstico de IBD
Es imprescindible acudir al veterinario si sospechamos que nuestro perro puede sufrir IBD o detectamos uno o más de los signos clínicos mencionados. Este profesional deberá recabar datos sobre el animal, explorarlo, consultar su historia clínica y realizar pruebas para llegar al diagnóstico.
Es muy importante descartar otras afecciones que también pudieran estar causando estos signos clínicos. Por este motivo, se hacen pruebas como analíticas de sangre y de heces, radio y ecografías y, la definitiva, que sería la biopsia intestinal para estudiar, directamente, qué es lo que está sucediendo en el intestino.
Para ello se toma una pequeña muestra de intestino, con el objetivo de realizar un estudio de anatomía patológica. La biopsia nos puede dar un diagnóstico definitivo de IBD al identificar las células implicadas. Puede hacerse con anestesia general por endoscopia o por laparotomía exploratoria.
Tratamiento de IBD
La IBD es una patología crónica, pero es posible tratarla, que no curarla, de forma que controlemos la sintomatología y, en consecuencia, mejoremos la calidad de vida del perro, aunque pueda haber recaídas.
En otras palabras, la IBD no tiene por qué mermar la esperanza de vida del perro. Con los cuidados necesarios podrá vivir con normalidad. El tratamiento para conseguirlo combina fármacos y una dieta específica. Tiene que estar pautado por el veterinario, ya que cada caso va a ser diferente:
- Medicamentos: pueden incluirse antibióticos, antiparasitarios, antitrombóticos o corticoides para controlar el sistema inmune.
- Alimentación: se opta por una dieta hipoalergénica con proteínas hidrolizadas (rotas para que no puedan desencadenar reacciones alérgicas) o nuevas para el perro. También se puede prescribir suplementación con cobalamina, más conocida como vitamina B12. Así mismo, pre y probióticos pueden estar recomendados.