Que un perro gruña cuando se disponen a acariciarlo resulta muy perturbador para los cuidadores, pues lo que se esperan es justo la reacción contraria. Esta actitud puede hacerles pensar que están ante un animal agresivo, una de las razones más habituales que se esgrimen para dejar a los perros en perreras y protectoras.
Pero, ¿el gruñido indica siempre que el perro es agresivo y ya no tiene solución? Damos la respuesta en este artículo en el que desvelamos por qué nuestro perro nos gruñe si lo acariciamos.
Comunicación canina
Los perros no hablan, pero se comunican de diferentes maneras: utilizan sonidos, olores y variadas posturas faciales y corporales. El gruñido es uno de los sonidos que son capaces de emitir. Con él pretenden comunicarnos algo, como miedo o dolor, por eso es necesario que nos preocupemos por dotarlo de significado.
En otras palabras, un perro que gruñe nos está diciendo que no está cómodo y que debemos dejar lo que estamos haciendo, pues es el desencadenante de su malestar. Si proseguimos y no tiene forma de escapar, podría iniciar un ataque. Debemos evitar situaciones en las que el gruñido aparece y aprender a actuar ante él, identificando la causa.
Miedo
Aunque los perros tienen predisposición a relacionarse con las personas, por diferentes circunstancias, como una mala socialización, una educación basada en la violencia o experiencias anteriores de maltrato y abandono, pueden sentir miedo ante el contacto físico con alguien con quien no han establecido un vínculo de confianza.
A veces, solo con un acercamiento, sin llegar a tocar, ya comienza el gruñido, pues el perro cree que van a hacerle daño. En este contexto, el gruñido es un sonido para pedir que la persona deje de acariciarlo. No debería ser causa de abandono ni mucho menos es sinónimo de agresividad.
Con paciencia, tiempo, aprendizaje y, en muchos casos, la ayuda de un experto en comportamiento canino o etólogo, el miedo puede vencerse. Es posible conseguir que el animal vuelva a confiar y debe hacerse siempre poco a poco y sin forzarlo.
Es decir, si el perro no quiere ser tocado hay que respetarlo. Podemos hacer con él otras actividades que sí acepte para ir creando vínculo, como ofrecerle premios, sacarlo a pasear o jugar.
Falta de socialización
Relacionado con el miedo, carencias en la socialización pueden ser causa de gruñidos. Con socialización nos referimos a la exposición del perro a todo tipo de estímulos, precisamente para que no le provoquen miedo, como diferentes personas, ruidos, ambientes, vehículos, etc.
Es fundamental una buena socialización en la primera etapa de su vida (antes de los 3 meses). Cuando esta no se produce o, además, el perro se ha separado demasiado pronto de su madre y hermanos o ha estado aislado, el resultado puede ser una reacción negativa ante las caricias. El animal no sabe relacionarse de otra forma. Tiene solución, que requiere tiempo, paciencia y, casi siempre, la ayuda de un etólogo.
Dolor
El dolor es otra de las causas que nada tienen que ver con la agresividad y que pueden explicar que un perro gruña cuando se le acaricia. En estos casos, lo habitual es que exista una buena relación con el animal y que, de repente, un día reaccione gruñendo al tocarlo o al manipular una parte concreta del cuerpo.
Hay que tener en cuenta que algunos perros no muestran signos de enfermedad (o no los percibimos), lo que no quiere decir que no estén molestos y, en un momento dado, lo puedan enseñar con un gruñido. Por ejemplo, un perro con artrosis puede hacer vida prácticamente normal, pero sentir mucho dolor si tocamos la articulación dañada.
Es recomendable acudir al veterinario con regularidad para detectar estas y otras enfermedades de manera precoz. Por supuesto, si sospechamos que el gruñido se relaciona con alguna patología, es mejor que acudamos al veterinario para identificar su origen. Si seguimos manipulando al perro en estas circunstancias, podría llegar a morder.
Incomodidad
Los perros pueden sentirse incómodos ante el contacto físico, reaccionando con un gruñido. Cada perro es diferente, por lo que nos encontraremos con ejemplares que disfrutan de las caricias, mientras que otros casi no las admiten o no en todo el cuerpo.
El perro en estas circunstancias puede emitir una serie de señales, como girar la cabeza, tragar saliva repetidas veces o entornar los ojos, con el objetivo de manifestar su incomodidad ante una situación.
Debemos parar y dejarlo tranquilo, pues, si seguimos, puede gruñir, aunque es más habitual que opte por marcharse. Conviene que nos fijemos en nuestro perro para saber qué le gusta y qué contacto es mejor evitar.
Protección de recursos
En ocasiones, el perro no gruñe por la caricia en sí, sino porque nos estamos acercando a algo que para él es un valioso recurso a proteger, como la comida o un juguete. Si no nos damos cuenta y seguimos, el resultado puede ser un mordisco.
Es una situación delicada en la que es posible que sea necesaria la intervención de un experto para reconducir la situación. Hay que trabajar, con tiempo y paciencia, para conseguir que el perro no sienta la necesidad de proteger de su cuidador esos recursos.
Estrés
En situaciones de gran estrés, como es para algunos ejemplares acudir al veterinario, montar en coche o, simplemente, cruzarse con otros perros, el animal puede reaccionar gruñendo porque se encuentra sobrepasado o descontrolado a nivel emocional. En estos momentos, sus reacciones son imprevisibles y pueden incluso llegar al mordisco.
Si conocemos cuáles son los desencadenantes de este estrés, lo mejor es evitarlos en la medida de lo posible. Otra opción es trabajar con un especialista para desensibilizar al perro ante estos estímulos, de forma que ya no le provoquen reacciones negativas, y mejorar su socialización.
Hay que darse cuenta de que el perro actúa así porque lo está pasando muy mal. No sirve de nada, al contrario, resulta contraproducente, gritarle o forzarlo en esta situación. Solo conseguiríamos que aumentase su estrés.