Conocidos como los “gigantes amables” estos portentosos canes de sangre céltica se ganarán tu estima por su nobleza y su lealtad. Los perros de Lobero Irlandés son compañeros ideales que pueden pasar largas horas tirados a tus pies o acompañarte en intrincadas travesías a campo abierto.

Pero, pese a tener una gran dosis de individualismo, si hay algo que valoran es el tiempo que pasan junto a su familia. No les dejes solos demasiado tiempo, pues luego te costará volver a ganarte su corazón. Descubre todo lo que esconde esta raza de grandotes bonachones y vivarachos en el siguiente artículo.

Datos básicos

  • Tamaño: entre 80 y 85 cm de altura en promedio, pero puede llegar a los 100 cm.
  • Peso: entre 40 y 55 kilos
  • Esperanza de vida: entre 6 y 8 años.
  • Ideales para: casas grandes con patio. Entornos rurales. Familias.

Orígenes del Lobero Irlandés

Esta raza se remonta a los primeros pobladores gaélicos de Irlanda, quienes los empleaban para cazar lobos, ciervos y alces; también para tirar carros o participar en las batallas junto a los guerreros celtas. Se les menciona ya en el año 300 antes de Cristo, aunque sus orígenes son incluso más antiguos. Se trata de una variedad muy ligada a la historia de la región y, de hecho, forma parte de las sagas mitológicas celtas y de la literatura de la isla.

Durante la Edad Media controlaban la población de lobos e hicieron tan bien su trabajo que casi los llevaron a su extinción. Al dejar de ser necesarios, los Loberos también se enfrentaron a la desaparición y, en la segunda mitad del siglo XVII, solo quedaban unos pocos ejemplares.

De no ser por la tarea de un Capitán del Ejército Británico, George Graham, para rescatar la raza a través del cruce con lebreles y gran daneses, no habrían sobrevivido. En la actualidad los Lobero irlandeses están muy bien valorados como perros de compañía.

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Lobero Irlandés: Principales características físicas

Si algo destaca en ellos es su elevada estatura. De hecho, está considerada como la raza de perro más alta junto al gran danés. No son corpulentos o macizos, presentan más bien una línea elegante con un pecho muy profundo, un vientre metido y una espalda ligeramente curva. Pese a su altura parecen más largos que altos. Sus patas son musculosas y largas. La cola, también larga, está curvada y bien recubierta de pelo.

La cabeza es alargada tanto en la región craneal como en el hocico, que termina en punta y se cierra con una mordida de tijera. Los ojos son de tamaño medio y de colores oscuros, mientras que las orejas son pequeñas, caídas hacia atrás o hacia los costados y con una forma de rosa. El cuello es largo, grácil y flexible, adaptado para facilitarle la tarea a su principal sentido: la vista.

El manto de un Lobero Irlandés es corto, grueso y muy áspero al tacto en todo el cuerpo, incluso en la zona de los ojos y de la barbilla, un rasgo que le da una expresión típica. Entre los colores más frecuentes está el gris, el atigrado, el leonado beige, el rojo oscuro y el negro; también pueden encontrarse ejemplares en un tono blanco puro, aunque no es lo habitual.

Temperamento de un Lobero Irlandés

El Lobero Irlandés es inteligente y por lo general demuestra un carácter centrado y un tanto reservado, pero nada agresivo. Son perros independientes y capaces de tomar decisiones por cuenta propia, algo que deriva de su crianza, ya que se les utilizaba para cazar en soledad antes que en manada.

Que no te engañe su tamaño, pues están entre las razas de perro más dóciles que puedas encontrar hoy en día. Adoran la vida familiar y en el hogar se llevarán bien con todo el mundo, tanto si son adultos, como ancianos o niños. Con los pequeños serán muy cariñosos, aunque un can tan grande puede lastimar sin querer a los más pequeños.

En la vida doméstica es un compañero muy atento a las necesidades de los demás y que desarrollará lazos muy fuertes con su círculo más íntimo. Como cachorros son naturalmente juguetones y curiosos. La socialización temprana y una educación positiva son la mejor manera de lograr que se conviertan en adultos equilibrados.

Pese a su apariencia disuasoria, no son buenos perros guardianes, ya que no son desconfiados por naturaleza y tampoco suelen ladrar demasiado. Además, sus instintos territoriales no están muy marcados y tienden a cuidar más a las personas por las que sienten cariño que a un terreno o a una propiedad.

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Cómo cuidar a un Lobero Irlandés

No se recomienda que estos canes vivan en pisos o en apartamentos. Si bien no están entre las razas más enérgicas, necesitan ejercicio a diario y también un espacio considerable para moverse.  Un punto a tener muy en cuenta es que llevan muy mal eso de subir o bajar escaleras. Evítalas a toda costa, ya que pueden hacerse daño.

Lo ideal para ellos es una casa con un patio grande, y sobre todo, bien cercado. Así evitarás que se escape tras cualquier animal pequeño que ande cerca. Si vives con un Lobero Irlandés nunca instales una valla electrificada. Su instinto es tan fuerte que no les importará el chispazo y seguirán intentándolo.

Un ejemplar de esta raza necesita al menos tres paseos y 40 minutos de ejercicio intenso diario: acompañar a una persona en patines, en bici o jugar a algún deporte canino como la obediencia o los rastreos son actividades que sin duda disfrutará. Debes sacarlo siempre con correa, de lo contrario saldrá corriendo a la primera oportunidad.

Por otra parte, su manto es resistente y necesita poco cuidado: una vez a la semana será suficiente para mantener la caída de pelo a raya. Tampoco es preciso bañarle con asiduidad. El cuidado de su apariencia se completa recortando periódicamente el exceso de pelo en las orejas y en la parte de atrás de las patas.

La salud del Lobero Irlandés

Las enfermedades con más incidencia en esta raza son la displasia de codo y de cadera, la torsión gástrica y la atrofia progresiva de retina. Los Loberos también tienen tendencia a padecer cáncer de huesos.

Otros problemas relacionados con estos canes son la miocardiopatía dilatada, que afecta la capacidad de bombeo del corazón, y el shunt hepático, una dolencia causada por el funcionamiento anormal del hígado.