En ocasiones, los perros y, sobre todo, los gatos no manifiestan el dolor tal y como podríamos hacerlo nosotros. Por eso no es raro que nos cueste identificarlo, con lo que el tratamiento se retrasa. A continuación explicamos a qué signos debemos estar atentos.

Dolor en perros y gatos

Al igual que las personas, nuestros animales de compañía pueden sentir dolor agudo o crónico. El primero se presentará de repente y puede limitarse a un episodio que se resuelve en cuestión de horas o de días. En cambio, el dolor crónico acompañará a nuestro animal durante más tiempo, incluso toda su vida.

El problema con los perros y, en especial, con los gatos es que tienden a ocultarlo. Por eso no siempre es fácil que los cuidadores podamos percibirlo. Esto dificulta el diagnóstico y hace que tardemos en buscar asistencia veterinaria. Por eso conviene que prestemos atención a nuestros animales para detectar cualquier cambio de conducta, por pequeño que parezca.

Cualquier anomalía es motivo de consulta veterinaria. De esta forma podremos iniciar un tratamiento precoz y poner remedio antes de que la patología se complique. Esto normalmente facilita la recuperación. Hay que saber que sufrir dolor continuo no solo empeora la calidad de vida, sino que produce cambios en el comportamiento.

Pérdida de movilidad en perros y gatos

Como nuestro perro o gato no nos puede decir dónde le duele y ni siquiera tiene por qué gritar para señalar una lesión, debemos fijarnos en algunos detalles para descubrir su dolor. El primer signo que nos tiene que alertar es una disminución de la actividad. Sobre todo lo notaremos en situaciones concretas.

Por ejemplo, nuestro animal puede intentar evitar en lo posible subir y bajar escaleras. Otras veces veremos que nunca se queda quieto de pie, sino que siempre está tumbado o sentado. No jugar o hacerlo menos que de costumbre, no saltar o no ponerse de pie sobre las patas traseras son también señales de que puede estar experimentando dolor.

En los gatos es bastante frecuente que el primer signo de dolor sea dejar de subir a lugares que antes les encantaban. Por ejemplo, ya no trepan hasta lo más alto del rascador o no alcanzan las estanterías más altas.

Pérdida de apetito en perros y gatos

Un perro o gato dolorido, además de estar más quieto que de costumbre, también puede dejar de comer y de beber con normalidad. Además, una disminución en el consumo de comida y de agua no solo puede indicar dolor, sino que es síntoma de múltiples enfermedades, algunas de ellas de gravedad.

Que un perro o un gato no coma un día puede no ser patológico. Por ejemplo, no es extraña una disminución de la ingesta si hace mucho calor. Pero si deja de comer y de beber o lo hace en menos cantidad de la normal por varios días, siempre hay que comunicárselo al veterinario.

Autoacicalado en perros y gatos

Cuando un animal se lame repetidas veces una misma zona de su cuerpo puede estar indicándonos que ahí es donde está sintiendo dolor. Pero también es posible que suceda justo lo contrario. Esto sobre todo lo notaremos en los gatos, ya que dedican mucho tiempo todos los días a su higiene personal.

Así, si percibimos que alguna zona de su cuerpo está sucia, tiene el pelo apelmazado, etc. puede deberse a que el movimiento que debe hacer para llegar a asearse esa parte le produce dolor. Por eso ha dejado de hacerlo.

Evacuación en perros y gatos

En ocasiones, el dolor que afecta a perros y a gatos puede traducirse en modificaciones en sus hábitos de eliminación, tanto de orina como de heces. Por ejemplo, si la postura que tiene que adoptar le produce dolor, va a evitar repetirla, siendo la consecuencia inicial una reducción en el número de evacuaciones.

En el caso de los gatos, el dolor puede impedirles utilizar el arenero con normalidad. Por ejemplo, unos bordes demasiado altos dificultarán que un gato dolorido entre y salga. Es probable que esta imposibilidad le lleve a orinar y a defecar fuera de su bandeja, aunque hasta el momento hubiese sido un gato muy limpio.

Frecuencia respiratoria en perros y gatos

El dolor es capaz de alterar la frecuencia de la respiración tanto en los perros como en los gatos. La frecuencia respiratoria de estas especies, es decir, las respiraciones que realiza un perro o un gato por minuto, o rpm se encuentra dentro de un rango conocido. Este es de 10-30 para un perro y de 20-42 para un gato. Un cambio puede indicar dolor.

Cambios de rutina en perros y gatos

En este apartado nos referimos a los cambios en las costumbres que hasta el momento mantenía nuestro perro o gato. Un ejemplo son los patrones de sueño, que pueden verse alterados por un dolor. Es decir, si el animal dormía de noche, es posible que ahora se despierte varias veces y, en cambio, descanse más de día.

Además, puede escoger para su reposo un lugar diferente del que hasta ahora había sido su favorito. Este punto puede relacionarse con la movilidad, ya que si normalmente dormía en un lugar elevado, en una cama o en un sofá, es posible que le cueste subir y bajar de él. De ahí que lo evite y busque otra alternativa.

Manejo del dolor en gatos y perros

Aunque nos parezca que nuestro perro o gato está dolorido, la opción nunca puede ser que lo mediquemos por nuestra cuenta. En el botiquín de cualquier hogar hay fármacos para combatir el dolor que utilizamos con frecuencia y sin la receta del médico. Pero muchos de estos medicamentos pueden ser incluso mortales para nuestros animales de compañía.

Por lo tanto, si sospechamos de dolor, la primera opción siempre será llamar al veterinario. El dolor tiene que ser tratado lo antes posible. Además, conviene que llevemos a nuestro animal a una revisión veterinaria al menos una vez al año. Es la mejor manera de detectar precozmente dolores y otras patologías.