Se entiende por gato feral aquel que vive en la naturaleza sin entrar en contacto con el ser humano. Es una denominación que resulta polémica por las consecuencias que podría tener para los gatos, si dejan de considerarse domésticos. En el siguiente artículo abordamos esta controversia y explicamos qué es un gato feral.
¿Qué significa que un gato es feral?
Según la definición de la Real Academia Española (RAE), la palabra feral tiene el significado de cruel o sanguinario. No parecen unos adjetivos muy adecuados para hacer referencia a los gatos. Al contrario, parece que se trata de un calco directo del inglés, cuya traducción al castellano no sería feral, sino salvaje.
Por este motivo, cuando se habla de gatos ferales, se quiere decir que son ejemplares que no establecen contacto con las personas, sino que viven en el entorno y se valen de sus propios medios para mantenerse, aunque también se alimenten de restos humanos o comida que se les deje.
Son animales que han nacido lejos de las personas y que nunca han estado en hogares. No se dejarán tocar ni manipular y se mantendrán, en lo posible, lejos de la gente por miedo. En conclusión, gato feral sería sinónimo de otras denominaciones más recomendables, como:
- Gato cimarrón.
- Gato silvestre.
- Gato callejero.
- Gato salvaje.
- Gato vagabundo.
- Gato comunitario, según la Ley 7/2023, de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales.
Gato feral vs. gato doméstico
Decíamos que la denominación de gato feral acarreaba polémica. Es debido a que, en ocasiones, se establece una diferenciación entre gatos ferales y domésticos. Esta división podría llevar a que estos gatos dejasen de tener la protección que las leyes otorgan a los gatos domésticos, con el consiguiente peligro para su integridad física.
Hay que dejar claro que tanto los gatos que viven sueltos sin dejar manipularse por los humanos como aquellos más cariñosos que habitan los hogares como compañía pertenecen a la misma especie (Felis catus) y absolutamente todos son domésticos.
Los gatos ferales, más correctamente llamados silvestres, solo son animales que se han adaptado a vivir en la naturaleza sin los cuidados que las personas prodigan a los ejemplares con los que conviven en su hogar. De ahí su comportamiento esquivo. Es su manera de sobrevivir.
Gatos ferales en la legislación
La Ley 7/2023, de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales no habla de gatos ferales, pues ya hemos explicado que es una denominación errónea por un calco del inglés. Es importante insistir en que los gatos que podemos ver por campos y ciudades, aún sin establecer ningún contacto con las personas, siguen siendo gatos domésticos, protegidos por esta ley:
- “En todo caso perros, gatos y hurones, independientemente del fin al que se destinen o del lugar en el que habiten o del que procedan, serán considerados animales de compañía” (artículo 3).
De hecho, la ley todavía afina más al definir el concepto de gato comunitario:
- “se considera gato comunitario a aquel individuo de la especie Felis catus, que vive en libertad, pero vinculado a un territorio y que no puede ser abordado o mantenido con facilidad por los seres humanos debido a su bajo o nulo grado de socialización, pero que desarrolla su vida entorno a estos para su subsistencia” (artículo 3).
Manejo de los gatos ferales
Según el lugar de residencia, habrá diferentes formas de abordar la situación de los gatos comunitarios o asilvestrados. En principio, lo que se busca es crear colonias controladas, ya que estamos hablando de gatos no adoptables, que, por lo tanto, tienen que seguir viviendo en el territorio en el que se encuentran.
Son las autoridades competentes de cada población las que deberán intervenir para garantizar la integridad de los animales, del entorno y de las vecindades humanas. La correcta gestión de las colonias felinas, tal y como se recoge en la mencionada Ley 7/2023, de 28 de marzo, incluye que estos gatos sean:
- “alimentados, censados y sometidos a un programa sanitario y de control poblacional CER, controlando la llegada de nuevos individuos” (artículo 3).
Hay que señalar que el control CER incluye la captura de los gatos, la esterilización (castración) y el retorno a su medio, ya que, como hemos explicado, no son gatos que puedan vivir en casas al no permitir la manipulación de las personas. Todos estos procedimientos deberán hacerse siguiendo criterios de bienestar animal, minimizando el estrés en lo posible.