La leishmaniosis es una enfermedad causada por un parásito. Se considera en auge, por lo que es probable que se diagnostiquen cada vez más casos en gatos. Por este motivo, y por su potencial zoonótico, es importante que los cuidadores conozcan esta enfermedad y sepan cómo identificarla. Hablamos de leishmaniosis felina en el siguiente artículo.

¿Qué es la leishmaniosis?

La leishmaniosis es el nombre que recibe la enfermedad zoonótica que provocan protozoos parásitos del género Leishmania. Para que el gato se contagie es necesario que exista un vector, es decir, otro animal que introduzca el parásito en su organismo.

En este caso, es el insecto flebotomo, parecido al mosquito. Se considera una enfermedad en auge porque el aumento de las temperaturas a nivel global favorece que el flebotomo se mantenga activo a lo largo de todo el año.

¿Cómo se transmite la leishmaniosis?

El vector de la leishmaniosis, el flebotomo, se alimenta de sangre. Si lo hace de un gato infectado por las leishmanias, las contraerá y podrá transmitirlas a otro gato al volver a alimentarse. Además, es posible que los gatos puedan contraer la enfermedad a partir de transfusiones de sangre.

Los gatos pueden ser reservorios de leishmaniosis para su propia especie o para otras. Este dato es importante porque, al tratarse de una enfermedad zoonótica, también puede afectar a los seres humanos.

Signos clínicos de leishmaniosis en gatos

Hay que saber que algunos gatos pueden estar infestados de leishmanias y no desarrollar la enfermedad. Esto puede deberse a que su sistema inmune consigue controlar la infección, eliminando los parásitos o manteniéndolos en un estado crónico subclínico (sin sintomatología).

En cambio, otros gatos sí enfermarán, quizás porque su sistema inmune esta comprometido por algún motivo. Por ejemplo, pueden sufrir inmunodeficiencia o leucemia felina. En estos ejemplares la enfermedad progresará y se podrán detectar signos clínicos como los siguientes, según la forma de presentación:

  • Forma cutánea: aparece dermatitis nodular, con nódulos subcutáneos indoloros que, sobre todo, se localizan en la cabeza y en las extremidades, aunque pueden estar en cualquier parte del cuerpo. También puede detectarse dermatitis erosiva-ulcerativa, con lesiones en la cabeza, el cuello y las almohadillas o distribuidas simétrica y bilateralmente en las patas. Además, son observables otro tipo de lesiones, como las nodulares-ulcerativas, los nódulos en la boca o los nódulos hemorrágicos.
  • Forma ocular: puede provocar conjuntivitis, inflamación de los párpados, de la córnea (queratitis) o, sobre todo, de la úvea (uveítis).
  • Forma sistémica: es infrecuente en los gatos. Provoca daños en el hígado, el bazo, los riñones y los ganglios linfáticos, con signos clínicos como aumento de tamaño de los ganglios, pérdida del apetito, debilidad generalizada, disminución de la actividad, deshidratación, palidez de mucosas, ictericia, fiebre, caquexia, vómitos, diarrea, incremento en la ingesta de agua y en la eliminación de orina, problemas respiratorios y adelgazamiento.

Diagnóstico de la leishmaniosis

Si nuestro gato presenta alguno de los signos clínicos mencionados, es imprescindible acudir al veterinario. Solo este profesional puede llegar al diagnóstico. Para ello realizará diferentes pruebas, como el examen citológico de muestras tomadas de las lesiones, frotis de sangre y de médula, biopsias, PCR o test para cuantificar anticuerpos antileishmania.

Además, se hacen las pruebas básicas, como análisis de sangre y de orina, así como las necesarias para diagnosticar inmunodeficiencia, leucemia o cualquier otra enfermedad que cause inmunosupresión.

Tratamiento de la leishmaniosis

El tratamiento de esta enfermedad pasa por la prescripción de fármacos, siguiendo el criterio del veterinario, adaptados a las características de cada caso. Su administración puede prolongarse durante meses y será necesario pautar controles veterinarios regulares, pues pueden darse efectos secundarios.

Si se deja sin tratar, la leishmaniosis puede acabar por afectar a órganos vitales, pero, incluso tratando, el gato puede no responder de manera favorable. En función de cada caso, el pronóstico puede ser bueno o reservado, sobre todo si concurren otras enfermedades.

¿Qué gatos tienen leishmaniosis?

Al tratarse de una enfermedad vectorial que debe transmitir un flebotomo, los gatos que viven en el interior y no cuentan con ninguna oportunidad de acceso a la calle van a tener muy difícil contagiarse.

Serán los ejemplares que puedan estar fuera los que tengan mayor riesgo de contraer las leishmanias. Por otra parte, es más fácil que enfermen de leishmaniosis los gatos con el sistema inmune debilitado.

¿Se puede prevenir la leishmaniosis?

La prevención de la leishmaniosis pasa por controlar la exposición del gato al vector. Así, en la actualidad, las recomendaciones generales son:

  • Limitar el acceso al exterior del gato, si es el caso, especialmente durante los periodos de mayor actividad del vector del parásito (que cada vez son más extensos), al atardecer o si el gato vive en zonas de alto riesgo.
  • Desparasitar a los gatos externamente durante todo el año, aunque sean ejemplares que no salgan de casa. De momento, los únicos repelentes de flebotomos aptos para gatos son los collares. Los repelentes comercializados para perros no pueden utilizarse en esta especie, ya que resultan tóxicos.
  • Instalar mosquiteras en puertas y ventanas para impedir la entrada de flebotomos al hogar.
  • Extremar las precauciones con los gatos inmunocomprometidos por cualquier motivo.
  • Reforzar el sistema inmune ofreciendo una alimentación de calidad y evitando factores potencialmente desencadenantes de estrés.