Las leishmanias son protozoos parásitos que provocan una enfermedad conocida como leishmaniasis. Se trata de una patología zoonótica, es decir, con la capacidad de transmitirse de los animales a las personas. Provoca signos clínicos muy diferentes, lo que puede dificultar su diagnóstico.

Además, es una enfermedad que, en la actualidad, se encuentra en expansión. Por todos estos motivos, los cuidadores de perros deberían conocer la leishmania canina. Hablamos de leishmaniasis en el siguiente artículo.

Cómo se contagian las leishmanias

La presencia de leishmanias es más común en los climas cálidos, lo que hace que, debido al cambio climático, cada vez se encuentren en más zonas alrededor del mundo y el riesgo persista durante más meses del año. Por eso se dice que es una enfermedad emergente.

Las leishmanias llegan a los perros por la picadura de un flebotomo, una mosca que se alimenta de sangre, que suele estar más activa al amanecer y al anochecer. Este flebotomo contiene las leishmanias que ha adquirido tras haber picado a un perro infectado por ellas. En él evolucionan y se reproducen. Los perros actúan como reservorios de la enfermedad.

En otras palabras, las leishmanias necesitan de dos hospedadores para completar su ciclo vital: un vertebrado, sobre todo el perro, y un flebotomo. Por lo tanto, la vía principal de transmisión de leishmanias es la picadura del vector, en este caso, el flebotomo, pero parece que también es posible un contagio entre las perras y sus cachorros y mediante transmisión sexual o mordedura.

Cómo se contagian las personas

Como hemos explicado, los perros no van a contagiar directamente a los seres humanos, pero sí son un reservorio. Es decir, si un flebotomo pica a un perro infectado de leishmanias y después a una persona, sí puede transmitirle la enfermedad, pues es una zoonosis. Las personas que corren más riesgo son aquellas con el sistema inmune más débil o inmaduro.

Signos clínicos

Cuando las leishmanias llegan al organismo de un perro, se inicia un periodo de incubación muy variable, tras el que podremos detectar distintos signos clínicos. Son numerosos los que pueden relacionarse con esta enfermedad, pero también existen perros asintomáticos, que estarán enfermos sin que lo sepamos, pudiendo ser fuente de contagio. La leishmaniasis puede ser visceral o cutánea. Destacamos los siguientes signos clínicos:

  • Pérdida de pelo alrededor de ojos, orejas y nariz.
  • Pelaje más fino y sin brillo.
  • Adelgazamiento (aunque el perro coma su ración habitual).
  • Agrandamiento de los ganglios linfáticos.
  • Hiperqueratosis (engrosamiento de la piel).
  • Úlceras y heridas que no acaban de cicatrizar.
  • Conjuntivitis.
  • Uveítis.
  • Crecimiento exagerado de las uñas.
  • Apatía.
  • Cojera.
  • Dolor en las articulaciones.
  • Epistaxis (hemorragia nasal).
  • Insuficiencia renal.
  • Alteraciones digestivas y/o hepáticas, como la diarrea.
  • Fiebre.
  • Anemia.

Diagnóstico

En primer lugar, es conveniente testar a los perros que viven o provienen de zonas de alto riesgo, pues podrían tener leishmanias sin manifestar ningún signo clínico. Por supuesto, si sospechamos que nuestro perro sufre leishmaniasis, debemos acudir al veterinario. En la propia clínica puede hacerse un test rápido para confirmar o descartar la enfermedad.

Tras un resultado positivo habrá que hacer más pruebas, pues este test no da información sobre el estado de la infección ni la cantidad de leishmanias. Tampoco detecta su presencia en las primeras fases de la enfermedad. Pueden tomarse muestras de médula ósea o de los ganglios linfáticos para buscar el parásito.

Tratamiento

Los tratamientos contra la leishmaniasis se orientan a controlar la sintomatología y reducir el número de leishmanias, pues no es posible eliminarlas por completo. Disminuir el número de parásitos reduce el riesgo de infección.

Para ello se recurre a fármacos con efecto leishmanicida y leishmaniostático, que pueden tener que administrarse de por vida. También se recomienda una alimentación con proteínas de fácil digestión y rica en ácidos grasos omega 3 y 6 y antioxidantes.

Tan importante como la administración del tratamiento prescrito por el veterinario es implantar un seguimiento regular, realizando analíticas de sangre y orina, además de un examen físico general. Estos controles periódicos, además de vigilar el estado de salud del perro, permiten detectar recidivas, pues hay que recordar que los parásitos no se eliminan por completo.

En definitiva, no existe una cura para la leishmaniasis, pero sí es posible implantar tratamientos que mantienen al perro con una buena calidad de vida durante muchos años, sin sintomatología ni recaídas. Un perro con leishmaniasis que no se trata no solo puede fallecer, sino que también se mantiene como reservorio de la enfermedad.

Pronóstico

El pronóstico de la leishmaniasis es variable, ya que es una enfermedad en la que se distinguen cuatro fases en función de la gravedad (leve, moderada, grave y muy grave). Los perros con cuadros más leves tendrán un pronóstico favorable.

El pronóstico de aquellos más graves será reservado o desfavorable. Este hecho muestra la necesidad de acudir al veterinario al primer signo clínico, testar a los perros en riesgo y acudir a revisiones periódicas, como mínimo, una vez al año.

Prevención

Por el riesgo zoonótico y por la imposibilidad de eliminar todas las leishmanias, conviene prevenir antes que curar. Para ello debemos adoptar medidas como las siguientes:

  • Utilizar productos desparasitadores contra los flebotomos, como collares y pipetas o insecticidas para el ambiente.
  • No dejar que el perro duerma fuera por la noche en los periodos de mayor riesgo (meses de más calor).
  • Evitar sacarlo a pasear al amanecer y al anochecer, pues son los momentos de más actividad del flebotomo.
  • No acumular materia orgánica en jardines o espacios exteriores, ya que son alimento para las larvas del flebotomo.
  • Castrar para evitar la transmisión de madre a cachorros o durante el contacto sexual.
  • Instalar mosquiteras en puertas y ventanas.
  • Utilizar trampas de luz ultravioleta para capturar flebotomos.
  • Vacunar a los cachorros a partir de los 6 meses y revacunar según las indicaciones del veterinario.