El insulinoma es un tipo de tumor, por suerte poco común, que se caracteriza por producir insulina de forma no controlada, lo que desencadena distintos efectos adversos en el organismo. Es importante acudir lo antes posible al veterinario. Incluso con tratamiento, el pronóstico es reservado. Hablamos del insulinoma en perros en el siguiente artículo.
¿Qué es el insulinoma?
El insulinoma, como sugiere su nombre, es un tumor que se caracteriza por producir insulina. Estos tumores, precisamente por ser capaces de segregar una hormona, también se denominan funcionales.
Se localizan en un tipo de células del páncreas. El páncreas es una glándula que contribuye a la digestión de los alimentos y al control de los niveles de azúcar en la sangre. Este control se realiza gracias a la producción de insulina.
Esta hormona es la encargada de llevar el azúcar de la sangre (glucosa) al interior de las células, que la utilizan como fuente de energía. Un descontrol en la cantidad de insulina presente en el organismo provoca una hipoglucemia, es decir, una bajada de los niveles de glucosa en la sangre.
Esta situación es la que desencadena la sintomatología asociada al insulinoma. Se trata de un tumor maligno que es más frecuente diagnosticar en perros de edad avanzada, entre 8 y 10 años. Suele provocar metástasis, sobre todo, en ganglios, hígado, pulmones, bazo o tracto gastrointestinal.
Signos clínicos de insulinoma
En relación a la sintomatología del insulinoma, hay que saber que la mayoría de los signos clínicos que se presentan son inespecíficos, esto es, pueden aparecer en diferentes enfermedades, no siendo típicos de ninguna en concreto.
Este tipo de signos pueden llevar a un retraso en el diagnóstico, tanto porque el cuidador tarde en acudir al veterinario como por el tiempo que le puede llevar a este profesional dar con la enfermedad. Descartará antes otras más habituales.
Como el insulinoma implica la producción descontrolada de insulina, el perro afectado tendrá hipoglucemia, que suele manifestarse con la aparición de sintomatología neurológica. Así, los signos clínicos que se detectan con mayor frecuencia en los ejemplares con insulinoma son los siguientes:
- Debilidad generalizada.
- Ataques epilépticos.
- Alteraciones en la consciencia y/o el comportamiento. Es habitual que el perro parezca “embotado”.
- Movimientos involuntarios uni o bilaterales.
- Anomalías neurológicas como las convulsiones.
- Colapso.
Diagnóstico del insulinoma
Al diagnóstico definitivo de insulinoma se llega mediante biopsia. El veterinario realizará esta prueba si aprecia en el perro indicios como los siguientes:
- Glucemia baja combinada, simultáneamente, con niveles elevados de insulina en la sangre.
- Descenso de la fructosamina en la sangre.
- Descubrimiento o sospecha de la existencia de un tumor en el páncreas, localizado en ecografía o tomografía computarizada (TC).
Por lo tanto, si nuestro perro muestra signos clínicos como los que hemos mencionado, debemos acudir al veterinario para la realización de pruebas de imagen y de sangre. Si sugieren la presencia de insulinoma, será necesario recurrir a la biopsia.
Tratamiento del insulinoma
En primer lugar, los casos en los que el perro presenta una hipoglucemia grave suelen necesitar hospitalización con controles exhaustivos para conseguir estabilizarlo. Para ayudar a aumentar los niveles de azúcar en la sangre el veterinario puede recurrir a la administración de glucagón.
El glucagón es otra hormona producida por el páncreas que también ayuda a mantener los niveles de glucosa en la sangre. Una vez con el perro controlado y en el resto de casos, el tratamiento puede consistir en la administración de fármacos, en una intervención quirúrgica o en la combinación de ambas opciones.
Tratamiento médico del insulinoma
Se basa en controlar los niveles de glucosa a través de una dieta específica y la prescripción de distintos medicamentos, como esteroides, antibióticos o fármacos que reducen la secreción de insulina, estimulan la producción de azúcar en el hígado y disminuyen el uso celular del azúcar.
Las dietas son ricas en fibra, pues esta favorece la absorción lenta de los azúcares. También son altas en proteínas, grasas y carbohidratos complejos y reducidas en azúcares simples. Se ofrecen en pequeñas raciones varias veces al día para ayudar a mantener estable la glucosa en la sangre. Además, se recomienda restringir la actividad física.
Tratamiento quirúrgico del insulinoma
Se considera el tratamiento definitivo para el insulinoma. Su objetivo es eliminar el tumor o los tumores presentes. Suele implicar la extracción de parte del páncreas y es posible que, al abrir, se detecten metástasis en otras estructuras abdominales, que también habrá que extirpar o, al menos, controlar mediante biopsia.
Tras la intervención, es habitual que el perro deba quedarse unos días ingresado, recibiendo medicación. Puede haber complicaciones. La extracción del insulinoma puede provocar que se eleve mucho la glucosa en la sangre, lo que habrá que vigilar.
También puede haber una inflamación del páncreas (pancreatitis) a consecuencia de su manipulación durante la operación. En algunos ejemplares la glucosa seguirá baja, lo que puede indicar que ha quedado algún resto de insulinoma.
Además, los perros que han pasado cierto tiempo con bajos niveles de glucosa pueden sufrir un daño permanente a nivel nervioso, manteniendo una debilidad generalizada o problemas de coordinación. Hay que tener en cuenta, por último, que los insulinomas pueden reaparecer.
Pronóstico del insulinoma
Los perros que pasan por una intervención quirúrgica para extraer el insulinoma tienen una esperanza de vida que ronda los dos años. El pronóstico será mejor para aquellos ejemplares con un único tumor que se ha podido extirpar completo. Por suerte, suelen ser la mayoría.
En cambio, los que se tratan solo con fármacos no suelen superar el año de vida. Además, al tratarse de un tumor maligno, hay que tener en cuenta que pueden aparecer metástasis que compliquen, todavía más, el pronóstico.
Esto es independiente de si se tratan operando o con medicación. De hecho, los perros con metástasis sobreviven entre 7 y 9 meses, aun combinando fármacos e intervención quirúrgica.