Con varias leyendas a sus espaldas, una historia en Madagascar y una inteligencia increíble, el Cotón de Tuléar está considerado como uno de los mejores ejemplares que han pasado por Madagascar y que ha sabido adaptarse muy bien a la sociedad francesa.

Descubre mucho más sobre toda la historia y origen del Cotón de Tuléar a continuación. Te aseguramos una verdadera historia digna de película de la que estamos seguros de que no te aburrirás.

¿Cuál es el origen del Cotón de Tuléar?

A diferencia de otras razas, el Cotón de Tuléar no se originó en Inglaterra, Estados Unidos o Alemania, sino que se desarrolló en la isla africana de Madagascar, a partir de los bichones que llegaron allí con las tropas francesas. 

Su origen se basa en el cruce con otras razas, sobre todo con Malteses, llegando a convertirse en perro guardián de rebaños en Madagascar, porque, a pesar de su tamaño y físico, era un gran protector, ya que ladraba muy alto capaz de alertar a todos de la llegada de alguien indeseado.

Su implementación en la sociedad

A principios del siglo XIX, Francia consiguió establecer algunas bases comerciales en Madagascar, al mismo tiempo que traían de la isla estos perros que ya eran considerados animales de compañía por aquel entonces e implementándolos en la sociedad francesa.

Y es que, además de ser grandes animales de compañía en los hogares de Madagascar, estos animales acompañaban también a los barcos mercantes debido a su excelente labor realizada a bordo de los barcos controlando la proliferación de ratas y ratones, haciéndose con eso aún más queridos en la sociedad y otro motivo por el que los franceses quisieron llevarlos a su territorio.

raza Coton de Tulear

La famosa leyenda del Cotón de Tuléar

Como sucede con algunas razas de perro, existen famosas leyendas y teorías sobre algunas de sus características físicas, orígenes o habilidades. En este caso hablamos de la inclinación de estos perros por nadar, y es que, más allá de su origen isleño, la razón por la que les encanta el agua se encuentra en una leyenda, difícil de demostrar pero muchas veces contada, sobre un naufragio de un gran barco francés frente a las costas de Tuléar.

Se cuenta que tras un famoso accidente náutico, todos los marineros murieron ahogados, a excepción de sus queridas mascotas, unos perros blancos que llegaron nadando hasta la isla, donde encontraron su hogar y su refugio.

Una vez establecidos en la sociedad de la isla y cruzados con otros perros, esta raza comenzó a desarrollar un instinto natural de supervivencia y caza, incluyendo en ello también el saber nadar para cazar distintos tipos de alimentos como el pescado. De ahí la famosa teoría proveniente de la leyenda, de que al Cotón de Tuléar le encanta nadar por un motivo bastante antiguo y con una curiosa historia.

El Cotón de Tuléar y su incorporación en el Kennel Club

Fue en 1969 cuando se redactó el primer estándar oficial de la raza, llegando a obtener el reconocimiento oficial internacional en 1971 por parte de la Federación Cinológica Internacional.

En los datos recogidos en este documento oficial de la federación, se encuentra Madagascar como país de origen de la raza, aunque se le otorga el patronazgo a Francia tras varios estudios encontrados y que hemos comentado anteriormente.

Tras ello, y como bien se ha dicho en numerosas ocasiones, tras su incorporación en el Kennel Club, a mediados de la década de 1970, fueron expandiéndose nuevos ejemplares de la raza por casi toda Inglaterra, así como en Estados Unidos, donde todavía el Cotón de Tuléar se encuentra en proceso de reconocimiento.

La inteligencia, un dato importante en su historia

Existen numerosas leyendas en torno al Cotón de Tuléar como la que hemos comentado anteriormente sobre su gusto por la natación, pero, ¿sabías que son tremendamente famosos en Madagascar por su inteligencia?

Según cuenta una leyenda, hubo un tiempo en el que esta raza sobrevivía a base de cazar en grupo, llegando en una ocasión a diseñar un plan entre todos para poder cruzar un río infestado de cocodrilos. El plan se basaba en atraer a los depredadores hacia un lado de la orilla ladrando fuertemente para que otros pudieran cruzar rápidamente.