La epilepsia es una enfermedad crónica del cerebro que puede originarse por diferentes causas y que se manifiesta a través de episodios de crisis recurrentes, que también pueden ser de distintos tipos.
Aunque en los gatos no es una enfermedad muy frecuente, conviene que los cuidadores la conozcan para que sepan cómo actuar si se presenta. Hablamos de la epilepsia en gatos en el siguiente artículo.
¿Qué es la epilepsia?
La epilepsia es una enfermedad del cerebro que se manifiesta como un trastorno convulsivo recurrente, resultado de una actividad excesiva de un grupo de neuronas cerebrales. Estas crisis afectan a la movilidad, la consciencia y el comportamiento del gato.
La epilepsia puede deberse a una causa identificable, como trastornos metabólicos o estructurales del sistema nervioso central (SNC) o alguna predisposición genética (epilepsia adquirida). Pero hay casos en los que resulta imposible determinar la causa que la origina.
Son las epilepsias idiopáticas, que suelen diagnosticarse en gatos más jóvenes (1-3 años). Existe un tercer tipo de epilepsia, la criptogénica, en la que hay una enfermedad subyacente, pero no diagnosticada.
Las crisis epilépticas pueden ser parciales (simples o complejas), afectando a áreas del cerebro concretas y con funciones específicas, o generalizadas, con ambos hemisferios cerebrales afectados.
Signos clínicos de epilepsia
La sintomatología va a depender de la causa de la epilepsia y de la extensión de las lesiones. Las crisis se repetirán de forma recurrente y parecida en tres fases, aura, convulsión propiamente dicha y periodo posconvulsivo, aunque no siempre se identifican todas. Los signos clínicos más típicos son los siguientes:
- Convulsiones.
- Movimientos faciales unilaterales.
- Actividad motora involuntaria y espasmódica de cabeza y/o extremidades.
- Alteración de la conciencia.
- Manifestación de comportamientos anómalos, como agresividad o conductas que parecen relacionarse con alucinaciones (gruñidos, bufidos, piloerección, ataque a objetos existentes o imaginarios, carreras sin control, choques contra paredes o muebles, etc.).
- Actividades compulsivas, como la marcha en círculos, la deambulación o incluso la automutilación.
- Ceguera aparente, que puede ser unilateral.
- Salivación.
- Incapacidad para responder a estímulos externos.
- Descoordinación y pérdida del equilibrio.
- Rigidez muscular.
- Problemas para beber, comer y caminar.
- Hiperactividad.
- Nerviosismo.
Diagnóstico de epilepsia
Un cuadro de signos clínicos como el que hemos descrito acostumbra a asustar mucho a los cuidadores, que se pondrán en contacto con el veterinario, al que se le deben proporcionar todos los datos posibles. Solo este profesional puede llegar al diagnóstico, que pasará por buscar alguna enfermedad primaria capaz de desencadenar la epilepsia.
El diagnóstico se suele alcanzar por exclusión de otras enfermedades, tras examinar al gato y su historia clínica. Se repasa su estado de vacunación, la existencia de patologías previas, posibles intoxicaciones o traumatismos craneoencefálicos y se realiza una completa valoración neurológica.
Se evaluará la conducta, la locomoción, las reacciones posturales, los reflejos, etc. También se harán pruebas como análisis de sangre, de orina y de líquido cefalorraquídeo, radiografías, tomografía computarizada, resonancia magnética y electroencefalograma (EGG), además de cualquier otra que el veterinario considere necesaria.
Tratamiento de la epilepsia
El tratamiento pasa por establecer medidas adecuadas de manejo y seguimiento, así como por la administración de fármacos para controlar las convulsiones, que habrá que pautar en dosis inicial para luego ir ajustando según cada caso. Estos fármacos controlan la intensidad de las crisis y su frecuencia.
Igualmente, si se descubre alguna enfermedad primaria desencadenante de la epilepsia, habrá que tratarla. En ocasiones, aunque se elimine esta causa, pueden quedar lesiones permanentes. De este tipo de cuestiones dependerá el pronóstico.
Además, hay que saber que los fármacos anticonvulsivos pueden ocasionar distintos efectos secundarios, como sedación, descoordinación o aumento en la ingesta de agua, comida y eliminación de orina. En cuanto al manejo, se recomienda:
- Ofrecerle al gato una vida tranquila y sin estrés.
- Darle una alimentación de calidad, estableciendo un horario de comidas.
- Evitar golpes o ruidos fuertes.
- Proporcionarle un espacio seguro para su descanso en el hogar.
- Reducir al máximo los factores de estrés.
¿Cómo actuar ante una crisis epiléptica?
La sintomatología asociada a las crisis epilépticas es muy preocupante para los cuidadores, siendo habitual que no sepan cómo reaccionar. Las recomendaciones a seguir son las siguientes:
- Mantener la calma. Lo normal es que la crisis no se prolongue más de algunos segundos.
- Evitar que el gato se pueda lastimar.
- No meterle la mano en la boca, manipularlo de manera brusca ni administrarle nada por vía oral.
- Reducir cualquier estímulo potencialmente estresante y crear un ambiente tranquilo y con luz tenue.
- Retirar el agua y la comida hasta que se haya recuperado por completo. Como consecuencia de la crisis, podría tener problemas para deglutir en un primer momento.