Jovial, juguetón y amistoso, el Keeshond es un can que te robará el corazón. Puede ser tu compañero ideal, pero… ¿y tú? Hoy te explicamos cómo cuidar correctamente a un Keeshond para que puedas darle todo lo que necesita para ser feliz.

Un compañero cercano y familiar

Los ejemplares de esta raza tipo sptiz han sido criados, tradicionalmente, como perros de compañía o vigilancia.

Su naturaleza es gentil y tienden a llevarse bien con todo el mundo. De hecho, se les conoce popularmente como “el perro de la gente” o como “el holandés sonriente”.

Fácilmente reconocibles por sus curiosos “anteojos”, disfrutan con la compañía de los más pequeños de casa, estableciendo relaciones muy cercanas con los niños.

Por ello mismo, no es una raza que se lleve bien con la soledad. Si tienes un trabajo que demanda mucho tiempo fuera, el Keeshond seguramente no sea para ti.

Necesita sentir la cercanía de su familia humana a diario. Si durante el fin de semana podéis realizar actividades juntos, como salir a correr o jugar por el parque, mejor aún.

El ejercicio que necesita el Keeshond

El keeshond es un perro que se adapta muy bien a distintos ambientes, ya sea un piso de ciudad o una vivienda espaciosa en el campo. Debe realizar ejercicio de forma regular y, a ser posible, junto a su familia humana, con la que se vincula fuertemente.

Pasear durante – al menos – 30 minutos por jornada es esencial. El Keeshond se beneficiará tanto física como mentalmente de estas salidas; puedes hacerlo sin correa siempre que no haya peligros cerca y el entorno lo permita.

Cómo educarlo de forma adecuada

¿Sabías que el Keeshond es muy bueno en obediencia? Este can es inteligente y se entrena sin mucho esfuerzo. De hecho, consigue resultados excelentes tanto en competiciones de obediencia como en ‘Agility’.

No obstante, es importante comenzar su instrucción cuando aún es un cachorro que  mantenga buenos hábitos en la vida adulta. Se recomienda hacerlo a partir de las nueve semanas de edad.

La socialización es también un aspecto importante. Hay que tener en cuenta que un déficit en esta área podría afectar a su bienestar emocional y mental cuando crezca.

Aunque es una raza amistosa y sociable, no hay que descuidarse. Es necesario que aprenda a relacionarse correctamente con otros perros; también a moderar su instinto ladrador.

En el siglo XXI el Keeshond se ha convertido en un excelente perro de terapia, habiendo trabajado con éxito junto a niños con Trastorno del Espectro Autista.

Higiene básica de un Keeshond

Salta a la vista que el largo y frondoso pelaje del Keeshond requiere de cuidados especiales. Su manto está formado por dos capas. La interior es de pelo corto, denso y lanoso. Por otro lado, la externa está formada por un pelaje largo y aterciopelado.

El cepillado debe realizarse unas tres veces por semana con un cepillo de púas largas, lo que permitirá una distribución adecuada de los aceites naturales de la piel y hará que su pelaje se vea brillante y sano. Este tipo de peine mantendrá el manto interior del pelaje cepillado de forma adecuada.

Durante las épocas de muda será necesario hacerlo a diario para no encontrar pelos por toda la casa. Además, cada 4 o 5 meses el Keeshond necesita un baño de agua y jabón y secado con secador.

Enfermedades más comunes de la raza

En general, los ejemplares Keeshond gozan de buena salud, viviendo entre 12 y 15 años de media.

No obstante, esta raza puede desarrollar algunas enfermedades con mayor probabilidad que otras, como la epilepsia, la displasia de hombro, de cadera o el hiperparatiroidismo primario.

En esta alteración las glándulas paratiroideas segregan demasiada cantidad de hormona tiroidea, que es la que regula el calcio, el magnesio o el fósforo en la sangre y los huesos.

Durante toda su vida deberás ofrecerle una alimentación sana y equilibrada, acudiendo a las revisiones periódicas con el veterinario y siguiendo el calendario de vacunación recomendado por el especialista.