El síndrome de disfunción cognitiva (SDC) es el resultado de la degeneración de las funciones cerebrales. Suele afectar a animales de edad avanzada y se asemeja al alzhéimer de los humanos.
Es un proceso ya muy conocido en los perros, pero menos diagnosticado y tratado en los gatos, aunque ellos también lo pueden sufrir. Explicamos qué es el síndrome de disfunción cognitiva en gatos en el siguiente artículo.
Qué es el síndrome de disfunción cognitiva
El síndrome de disfunción cognitiva es el nombre que recibe el proceso por el que el cerebro sufre una serie de modificaciones que afectan a su normal desempeño, especialmente en las áreas relacionadas con el aprendizaje y la memoria.
Estos cambios degenerativos se relacionan con el envejecimiento, por eso es un síndrome que acostumbra a diagnosticarse en ejemplares de edad avanzada. Aunque hay información sobre este proceso en los perros, en los gatos todavía se están realizando estudios.
Signos clínicos del síndrome de disfunción cognitiva
Los signos clínicos de la disfunción cognitiva suelen aparecer en gatos a partir de los 10 años de edad y, con mayor frecuencia, cuantos más años cumplan. Destacamos los siguientes:
- Deambulación por la casa sin un objetivo claro, así como repetición de diferentes actividades.
- Aumento de las vocalizaciones.
- Incremento del tiempo de descanso diurno, mientras se hace más elevada la actividad durante la noche.
- Desorientación espacial.
- Disminución del autoacicalado.
- Modificaciones en las interacciones con personas u otros animales, disminuyendo la receptividad.
- Cambios de comportamiento, pudiendo aparecer agresividad, irritabilidad, inquietud, ansiedad, etc. También cambia el apetito, que puede aumentar o disminuir.
- Eliminaciones inadecuadas, es decir, el gato puede orinar y/o defecar fuera del arenero.
- Alteraciones en la actividad habitual.
Tratamiento del síndrome de disfunción cognitiva
En primer lugar, si detectamos en nuestro gato algún signo compatible con la disfunción cognitiva, debemos acudir al veterinario cuanto antes, pues lo primero es realizar un examen completo por si los signos se debiesen a alguna enfermedad.
Si se diagnostica este síndrome, hay que saber que, al tratarse de un proceso degenerativo, no se va a poder curar, pero sí se están estudiando diferentes tratamientos orientados a mejorar la calidad de vida del animal y a retrasar el avance de la disfunción.
Cuanto antes los empecemos, mejores serán los resultados. No debemos dejar sin atención al gato pensando que su sintomatología es producto de la edad. Pero en este aspecto existe un problema, que es que, para los gatos, todavía no existen muchas alternativas. Así, el tratamiento puede incluir:
- Alimentación: se trata de buscar una dieta que pueda favorecer la función cerebral. No hay ninguna específica comercializada para gatos, pero sí se recomiendan algunos ingredientes, básicamente con efecto antioxidante, al menos en los perros. Son ácidos grasos, vitaminas como la C o la E, selenio o carnitina, entre otros.
- Suplementos nutricionales naturales: al igual que la alimentación, los suplementos que se pauten estarán orientados a favorecer las defensas del gato contra la oxidación y a apoyar la función cerebral.
- Enriquecimiento ambiental: mantener el cerebro del gato estimulado es una parte fundamental del tratamiento. Para ello debemos acondicionar el hogar de forma que pueda desarrollar todos los comportamientos que le son naturales, como rascar, trepar, correr, marcar, explorar, esconderse, saltar, etc. Hay que incluir en este punto los juegos de inteligencia, los ejercicios, los diferentes juguetes, la actividad física, las interacciones con personas y otros animales, de ser el caso, etc.
- Modificaciones del entorno: debemos introducir todos los cambios necesarios para facilitar las actividades y el bienestar del gato. Por ejemplo, podemos facilitarle el acceso a las alturas utilizando rampas o mobiliario o colocar areneros en distintas habitaciones para que le resulte sencillo llegar a alguno. Eso sí, hay que tener cuidado con cambios grandes y bruscos, pues podrían generarle estrés.
- Establecimiento de rutinas: se trata de mantener una rutina estructurada que ayude al gato a no perder la orientación, al menos temporal, repitiendo unos horarios aproximados de comidas, juego, descanso, aseo, etc.
- Medicación: existen algunos fármacos que ayudan a mejorar la sintomatología clínica y a retardar el deterioro de la función cognitiva. Pero hay que saber que todavía no se ha demostrado su eficacia en los gatos. Solo el veterinario podrá determinar si es posible administrar alguno, valorando las ventajas y los inconvenientes. Además, se podrían pautar fármacos contra signos clínicos concretos, como ansiolíticos o antidepresivos.