La regurgitación es la expulsión, aparentemente sin ningún esfuerzo, de líquidos o alimentos sin digerir. Existen distintas causas que pueden explicar que un perro regurgite. De cara al diagnóstico, es importante distinguir la regurgitación del vómito. En este artículo hablaremos de la regurgitación en perros, explicaremos cómo diferenciarla del vómito y cuáles son las principales causas que la pueden desencadenar.

Diferencias entre vómito y regurgitación

Lo primero que debemos tener claro es que vomitar y regurgitar no son lo mismo. A simple vista, podemos diferenciar ambas acciones tan solo fijándonos en qué es lo que hace el perro y qué expulsa.

Vomitar implica un esfuerzo desde el estómago para conseguir que el contenido recorra el camino inverso al habitual para volver al exterior. Desde fuera veremos que el abdomen del perro se contrae de forma brusca en repetidas ocasiones y escucharemos un sonido característico. Son las arcadas.

Lo que el perro vomita procede del estómago, ya sea líquido o sólido. Suele tener un olor agrio, estar total o parcialmente digerido o ser amarillo cuando se trata de bilis. Antes del vómito, es normal que el animal se muestre inquieto e hipersalive.

En cambio, la regurgitación no sigue este proceso. El perro, simplemente, abre la boca y expulsa el contenido del esófago, que, lógicamente, siempre estará sin digerir.

Causas de regurgitación

La regurgitación se asocia a problemas en el esófago. Estos, fundamentalmente, pueden implicar su obstrucción física o deberse a una falta de actividad peristáltica, es decir, el esófago no realiza los movimientos que debería (contracciones musculares en forma de ondas).

Esto hace que la comida no pueda descender hasta el estómago, sino que se queda acumulada en el esófago hasta que rebosa y sale al exterior, lo que explica que no se requiera hacer ningún esfuerzo para expulsar el contenido.

Un perro sano puede regurgitar de repente o presentar una regurgitación que aparece y desaparece a lo largo del tiempo, empeorando en cada episodio. Este tipo de regurgitación se considera crónica. Estas son las principales causas de la regurgitación canina:

  • Esofagitis: tiene diferentes desencadenantes, como la ingesta de cuerpos extraños o el reflujo gastroesofágico.
  • Reflujo gastroesofágico: se origina cuando el contenido del estómago asciende hacia el esófago. Los ácidos gástricos pueden dañar el esófago.
  • Fístula esofágica: comunicación que se forma entre el esófago y alguna estructura adyacente, como los pulmones o las vías respiratorias.
  • Estenosis del esófago: el estrechamiento del esófago tiene varios causantes, como la ingesta de sustancias irritantes o cuerpos extraños, la aparición de masas o los procedimientos realizados en el esófago.
  • Hernia de hiato: se produce cuando la parte superior del estómago empuja hacia el tórax a través del diafragma.
  • Tumores: pueden crecer en el esófago o derivar de una metástasis. Lógicamente, van a afectar al paso normal de los alimentos.
  • Presencia de cuerpos extraños: los perros exploran con la boca y tienden a ingerir todo tipo de objetos. Huesos, juguetes y, en general, cualquier elemento de dimensiones similares pueden acabar por afectar al esófago.
  • Anomalías en los anillos vasculares del esófago: son de carácter congénito. Este tipo de anomalías ejercen presión sobre el esófago, por lo que dificultan su trabajo.
  • Intususcepción gastroesofágica: surge cuando el estómago se invagina dentro del esófago. No es un problema muy común y, por desgracia, puede ser mortal. Habitualmente, se diagnostica en cachorros.
  • Megaesófago: se considera la causa más habitual de regurgitación en los perros. El esófago deja de funcionar con normalidad y se agranda, dificultando mucho la alimentación. Puede ser congénito o adquirido.

Complicaciones de la regurgitación

La regurgitación puede complicarse de forma grave con la neumonía por aspiración. Esta se produce cuando una parte de los alimentos ingeridos y regurgitados pasa a las vías respiratorias en vez de transitar hacia el sistema digestivo. El resultado es una infección a nivel pulmonar que se conoce con el nombre de neumonía por aspiración.

Otra complicación que cabe mencionar es la infección en la cavidad nasal que se produce cuando el alimento se regurgita hacia la nariz. Si detectamos alguna de estas complicaciones u otras, debemos comunicárselas de inmediato al veterinario.

Signos clínicos de regurgitación

Además de la expulsión sin esfuerzo de líquidos o alimentos sin digerir, la regurgitación puede asociarse a signos clínicos como los siguientes:

  • Hipersalivación.
  • Problemas para tragar.
  • Disminución del apetito.
  • Dolor de garganta al deglutir.
  • Tos.
  • Adelgazamiento.

Qué hacer si mi perro regurgita

Lo principal es asegurarnos de que se trata de regurgitación y no de vómito, ya que las causas y, por lo tanto, el tratamiento van a ser muy diferentes. Debemos acudir al veterinario, quien nos preguntará datos del cuadro clínico del perro, lo examinará y revisará su historia clínica.

Además, tendrá que realizar diferentes pruebas, como analíticas de sangre, orina y heces, radiografías o endoscopias, en función de las necesidades de cada caso. El tratamiento dependerá de la causa que el veterinario determine como responsable de la regurgitación.

Por ejemplo, la presencia de cuerpos extraños o las anomalías en los anillos vasculares suelen resolverse con una intervención quirúrgica. El megaesófago requiere un cuidadoso manejo, ofreciendo al perro comida en papilla en pequeñas raciones varias veces al día y asegurándose de que come con la cabeza elevada. Así se aprovecha la gravedad para que el alimento llegue al estómago.